Emir sale del baño y observa no con poco asombro que Daniela esta vestida por completo sentada en el sofá mirándose en un espejo de mano. Contaba con ver una película, conversar sobre la política del país, esperar que los bríos sexuales retornaran, pero no vestirse y disparar y mas que todo no vestirse; adoraba verla pasear en ropa interior por la alcoba.
-Voy a teñirme de rubio el cabello –dijo Daniela con aplomo. Y se paso la mano sobre la cabeza con cierta displicencia.
Emir cerró los ojos por un instante y continuo moviendo el cepillo dentro de su boca con una lentitud que más bien parecía que lo estuviera masticando. Si hay algo que Emir adoraba en Daniela era el negro natural de su cabello, representaba la diferencia entre ella y el resto de las mujeres (y si que conocía mujeres el joven empresario a cargo de una exitosa empresa constructora) que en base a potentes químicos sometían sus frágiles melenas a colores absurdos.

Pero Daniela lo tenia decidió. Le habían dicho en numerosas ocasiones, que necesitaba una nueva imagen, mas a tono con su carácter desenfadado. Se coloco sus audífonos, prendió el diminuto reproductor de música que colgaba de su pantalón y comenzó a moverse con gracia alrededor de la alcoba. Sonó el teléfono, sonó el timbre, una ventana se abrió de golpe por un sacudon del viento pero nadie se inmuto. Emir estaba con la mandíbula descolgada, miro hacia arriba, abajo, a los lados, hasta que se encontró con los ojos incisivos de Daniela, y no atino a buscar una respuesta allí a la pregunta que le oprimía el pecho: ¿Por qué? mas bien, retrocedió lentamente, retomo el cepillado y cerro la puerta del baño tras de si.
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