Nos fuimos a buscar licorería. Como estaba borracho mis reflejos al volante no estaban en su mejor momento. En mas de una esquina maniobre con brusquedad, y lo tomamos a chiste, pero llegando a la rotonda de la Brasil frene en seco para no darle a la vagoneta de un desgraciado taxista y Perlita se dio contra el portaguantes. Cuando levanto la cabeza estaba llorando. El golpe había sido contundente. Lentamente la apoye sobre mi hombro y la abrace tanto como pude. Tenía mi mano hundida en su cabellera rascando con suavidad su cráneo y escuchaba su llantito, fue extraño por que sentía que era ella la que me consolaba. Se encaramo en mi asiento y se fue calmando. Al frente un hombre harapiento cruzaba la avenida cargando una enorme bolsa con botellas de plástico. Después de un instante sabia que no lloraba por el golpe. Perlita se aparto un poco, me miro a los ojos y me beso. Fue un beso mínimo, casi un simple roce. Me quede contemplando el rimel chorreado bordeando sus enormes ojos negros. Parecía una chica gótica.

Llegamos al cuarto tomados de la mano. Había dos parejas desparramadas en el suelo tocándose tanto como podían. Nos acomodamos cerca de un sofá. Serví dos vasos de ron con soda. Perlita cerca mió comenzó a frotar mi pecho. Nos besamos, continué el beso por el cuello hasta el hombro. Tome el vaso de trago y lo termine, me volví a servir dos veces mas haciendo lo mismo. Quede yema. Se me apareció el hombre harapiento, arrojándome con rabia sus botellas de plástico. Vi su sonrisa de dientes partidos burlarse se de mi. No aguante, me levante y me dirigí al baño. Tropecé con almohadones, latas, CD’s, cajetillas, condones. Abrí el grifo del lavamanos y humedecí mi rostro. Note que Perlita estaba a mi lado. Me pregunto si me encontraba bien. Moví la cabeza de lado a lado, pues no lograba articular una palabra. Cerro la puerta se bajo el pantalón, el calzón y se sentó en la tasa. Escuche lo que orinaba. De pie frente a ella, Perlita me bajo los pantalones hasta el muslo, estaba por bajarme el bóxer y la detuve. Ella insistió, y se encontró con mi pene flácido, apeñuscado, colgando inerme, como si fuera un llaverito. Lo contemplo con lastima. Yo no pretendía nada en ese momento, sino su compañía. Quizás tomarla de la mano y correr por una pradera. Perlita no lo entendió así. ¿Como explicarle la mezcla de sentimientos que me embargaba? Estaba a punto de llorar, pero me reprimí, no quería seguir haciendo el ridículo.
Amanecí al otro día acostado al lado de la tasa del baño. Me despertó la señora de la limpieza.
1 comentarios:
me parece interesante la historia, eso si el final no me gusto
Publicar un comentario