Deja - Vu

20:28 by Pike

"Me conociste en un momento
muy extraño de mi vida"


Tyler Durden en El CLub de la Pelea




Enzo Perrogon se ajusto la corbata frente al gran espejo recién enterado de que ese día iba morir. No sabia como, y en realidad el problema es que desconocía el momento, pese a ello salio del baño camino al salón principal sin mucho apuro, tanto así que se coloco los lentes y volvió a revisar un legajo de papeles que cargaba en un archivador junto a su agenda. Buscaba el discurso para clausurar el seminario sobre Liderazgo Empresarial que había presidido con mucho tino, pero seguro de que se le había traspapelado, decidió improvisar.

Enzo era un hombre de mediana altura y delgado. De ojos claros y mirada apacible, con líneas en el rostro que le aumentaban la edad. Canas prematuras raleaban su cabellera a los lados, vestía un saco plomo que disimulaba sus hombros caídos.

Entro en el amplio salón Flamboyán del hotel Los Tajibos ensayando una mueca de sonrisa. Una nube de murmullos se desinflaba a su alrededor. Subió a la tarima, probo el micrófono dando unos golpecitos en la carcasa, coloco ambas manos sobre el atril y sin trastabillar se dirigió al público. Al frente unas cien personas de rostros lánguidos, cómodamente sentadas lo escuchaban en completo silencio. A cada rato destellaba la luz blanca de alguna cámara fotográfica. Enzo busco entre los presentes el rostro de Daniela para coger vuelo y al no encontrarlo se armo con tal convicción que pese a los eufemismos y términos técnicos no cayo pesado.

La presencia joven pero madura de Enzo con una nueva visión sobre estrategias empresariales, dio al seminario un éxito que sorprendió a los mismos organizadores. El estruendo de los aplausos distendió la atmósfera formal, mucha gente siguió golpeando las palmas de pie al terminar el breve discurso. Se escuchaba música ambiental a lo Jean Michel Jarre y ello insuflo un carácter festivo a la reunión. Meseros con bandejas de saladitos y bebidas comenzaron a aparecer. La prensa televisiva se abrió paso y preparaba notas organizando pequeños círculos con gente destacada. El cocktail de clausura empezaba.

Los colegas de trabajo se acercaron a Enzo, lo felicitaron con abrazos. Alguien le alcanzo una copa de sidra.
―Se nota que ensayaste ―dijo Jimmy.
―La verdad no. También estoy sorprendido ―comento Enzo.
―Me parece que se cumplieron las espectativas.
―Esperemos que dice el directorio ―dijo Enzo buscando con la mirada algo entre la gente. Ni bien paso un mesero cerca, cambio su copa de sidra por una de cerveza. Se bebió el vaso entero de un solo trago y dejo la copa vacía en la charola.
―Parecias un Walter Mercado hablando de nuestra conciencia cósmica ―dijo Christina con los labios rebalsando lápiz labial― tienes que leerme la suerte un dia de estos.
Todos se miraron entre si y luego se escucharon carcajadas. Enzo se ruborizo, levantaron las copas y brindaron con entusiasmo. Estaba con los ojos vidriosos, sus compañeros le dieron palmaditas en el hombro pues comprendían su sincero entusiasmo, aunque no paso desapercibido el esfuerzo que hacia por no denotar su fuero interno. Observo que sus manos temblaban. Estiro y encogió los dedos varias veces, los puso frente a su rostro, se movían como atacados por un terremoto. Jimmy y Christina murmuraron con sorna mirando a Enzo.


Se alejo del grupo con la excusa de ir tras unas brochetas de camarones, mas allá saco un papel y apoyado sobre un estante de vidrio anoto algo, luego doblo la hoja cuidadosamente y la metió en el bolsillo interior de su saco. Estaba de espalda a la gente cuando vio una mano que le ponía en frente un tríptico.
―¿Como podes explicarte esto? ―dijo la voz de mujer.
―¿Donde estabas? ―dijo Enzo al percibir el prefume, dándose la vuelta, sorprendido por la presencia de Daniela.
―Renegando con mucha gente. Imagínate que los logotipos de dos empresas auspiciadoras no aparecen en el tríptico.
―No me sorprende, no es nuestra responsabilidad, recuerda que se anotaron recién hace un par de días y se les advirtió de estos detalles. Además sus contribuciones han sido simbólicas.
Enzo hizo lo que mejor sabía hacer con sus colegas: levantarles la moral. Daniela era una secretaria de gerencia dinámica y eficiente pero ese día se la notaba aturdida con tantos detalles por atender. Era alta, de rasgos finos y melena castaña. En menos de seis meses habían logrado compatibilizar muchos criterios de trabajo, formaban un excelente equipo. Enzo lo sabía muy bien a tal punto de que siempre pensaba en cuanto había entregado de si mismo en aras de llevarse bien con Daniela.
―Te busque desde arriba ―dijo Enzo con la voz quebrada, apuntando a la tarima con los ojos. Estaba por meter la mano en el saco cuando sintió que lo jalaban del brazo.
―Eres la estrella ―dijo Christina― asi que dale a la prensa lo que es de la prensa.―Señalaba con la cabeza hacia donde tenian que ir.
Enzo se dejo llevar casi a empujones. Daniela se quedo viéndolo mientras el lugar se tupía con gente que iba y venia.


La luz de la cámara de televisión encandilaba, Enzo parpadeo intentando ponerse de perfil. La fama de la reportera de alguna manera garantizaba que la entrevista iba ser casual, sin preguntas muy técnicas. Estaba harto de explicar la quintaesencia del Management. El micrófono estaba muy cerca de su boca así que se aparto hacia atrás pero como si la reportera lo hiciera a propósito tuvo de nuevo el micrófono rozándole los dientes.
―¿El evento salio mejor de lo que usted esperaba? ―dijo la mujer esgrimiendo una sonrisa de almanaque.
―Hubo una nutrida asistencia, signo de que nuestro enfoque era correcto.
―Muchos dicen que usted es el artífice tras bambalinas.
―Lo que se puede observar, es el esfuerzo de muchos ―el camarografo hizo un paneo capturando el movimiento febril de la gente embutida en ropa elegante haciendo relaciones.
Tan simple como sonaba, Enzo supo que era el día más importante de su carrera profesional. Sus ambiciones de alguna manera estaban cumplidas. Elevo el arco de sus lentes con el dedo índice. El silencio paulatinamente se hizo en sus oídos, solo escuchaba el tic-tac de su corazón. Abrió su agenda y se fijo como había marcado cada hoja con innumerables anotaciones, era una persona organizada y puntillosa. Se dio cuenta de las muchas, miles de citas, a las cuales no podría asistir. Alzo lentamente la cabeza y se quedo viendo el horizonte, su mirada traspasaba los gigantes muros del salón, cruzaba las calles, y se perdía en un minúsculo punto de luz allá en el infinito que pronunciaba impasible su nombre.

Las esclusas se elevaron y uno por uno los sonidos volvieron a poblar su cabeza. Fue cuando decidió obviar a la reportera, su maquillaje sobrecargado de rimel y base, la parafernalia mediática y buscar a Daniela. Por el micrófono alguien anunciaba el sorteo de unos pasajes de ida y vuelta a Camboriu.

Daniela estaba repartiendo trípticos con Jimmy y Christina. Enzo se acerco como quien tiene una buena excusa para interrumpir.
―Tengo en mi agenda que hay presupuestado cerca de quinientos dólares para un ítem llamado “otros” ―dijo.
―Son los fuegos artificiales ―se adelanto Daniela.
―¿Y la política de austeridad que tanto pregonamos? Vivimos momento de crisis.
―Podemos perder credibilidad ―aumento Jimmy.
―Tambien se pago la portada en Sociales VIP ―remato Christina.
―No puede ser que las frivolidades sean una prioridad ―dijo Enzo, conciente de que ni él se creia lo que decia.
―Y si te pones a pensar en lo que se gasto solo en decorar el salón ―dijo Daniela― acabas tirandote de los cabellos.
―Estos eventos son asi ―añadio Christina― noventa por ciento show y diez por ciento contenido.
Ahí estaba Enzo, una vez mas removiendo las ideas de sus compañeros, hurgando hasta donde podían argumentar. Disfrutaba de Christina reina del colágeno y la liposucción, Jimmy el tipo buena onda que no se complica con nada. Se aventuro aun más cuando dijo:
―Nos merecemos una buena farra.
Nadie se opuso, sino más bien todos se miraron con júbilo.
―Conozco un sitio genial cerca de aqui ―se apresuro a decir Christina.
―Yo los alcanzo ―diijo Daniela.― Tengo que entregar oficialmente los pasajes de Aerosur al ganador del concurso.

Anochecía. La gente comenzaba a retirarse. Enzo miro su reloj. Atrás quedaban los aplausos, abrazos, cariños, solo sentía la viva consigna de que ciertos sucesos dispuestos tácitamente por el destino son implacables en su ejecución. No lo atemorizaba el transcurso del tiempo, mas bien conforme el reloj impertérrito iba deshilachando cada segundo se deleitaba sorbiendo de a poco la fugaz espuma de vida que reinaba a su alrededor. La jornada fue fructífera. Gente importante le brindo su apoyo.
Se acerco a Daniela, le puso un papel en la mano y cerro sus dedos sobre el mismo.
―Es solo una nota de agradecimiento ―se animo a decir Enzo.― Mañana tendras tiempo de leerla.
Daniela sonrió mostrando cada una de las piezas de su perfecta dentadura.


Afuera, el cielo se encendía con la pirotecnia. Un viento calido mecía las copas de las palmeras que adornaban el frontis. Bajando las gradas del hotel, Enzo, Jimmy y Christina, observaron con detenimiento las estrellas de colores que explotaban en chorros de luz, salían disparadas en todas direcciones, soltando un agudo silbido en su trayecto. Enzo se quedo pensativo. De alguna manera el espectáculo de luces era el símbolo de su éxito.

Decidieron caminar hasta la avenida. Otra gente enterada de los planes de celebración se les unió, así que formaban un grupo mas o menos numeroso. Iban charlando, cargando sus maletines de hasta tres compartimientos, como si estos fueran una prolongación de sus manos.

Al llegar a la esquina vieron a un par de jóvenes exaltados haciendo ademanes. Estaban socorriendo a un señor entrado en años. No hacia ni diez minutos lo habían atracado con un arma quitándole sus pertenencias. La policía aun no aparecía y de ello los jóvenes alzaban la voz para comentar. La victima estaba sentada en el borde de la acera, un tajo en la frente, apenas protegido con un pañuelo era indicio de la gravedad del ataque.

Enzo respiro profundo pues le parecía que ese momento ya lo había vivido. Sin detenerse continuaron caminando. Nada podía estropear su merecido derecho a celebrar.

Los colegas de oficina cruzaron la avenida comentando el incidente del pobre hombre. Nadie se percato de que una camioneta se acercaba a gran velocidad. Se escucho el chirrido salvaje de las llantas frenando y luego un golpe seco. Los lentes se elevaron por los aires formando una parábola hasta caer en el pavimento y dar un leve rebote.


Santa Cruz, 26 de Mayo

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Por un Cuarto de Pollo (parte II)

13:25 by Pike

(Realice varias correcciones a la Parte I, recomiendo leer la Parte I y II de un tirón)

Tuve que dormir a sobresaltos, mis parpados parecían horadados, chisporroteos de luz no dejaban navegue mar adentro. Varado frente a una costa de incertidumbre el agua de las pesadillas comenzó a enroscarse en mi imaginación. Una mano gélida me tomo por la espalda y elevo por sobre mis heces, levitaba, finalmente liberado.

―¡Barrio de porquería! ―gruñí.

Y mis cabellos se fueron para atrás como si estuviera frente a un ventilador. Delante mió un precipicio, una cadena de montañas de hielo se extendía inabarcable, infinita, y de pie, al borde de un peñasco, cada palabra que vomitaba, volvía sobre mi convertida en manotazos de viento. Cerré los ojos. El fango negro mezcla de barro con aceite cubriendo la panza de las calles. Los puestos de venta enclenques, toldos de plástico extendidos sobre largos y angostos pasillos divididos por casetas. El bullicio de las ratas trabuscando en los enormes contenedores de basura atiborrados de desechos orgánicos. Telarañas de cables colgando de poste en poste. Nubecillas de moscas rodeando las cajas de tomate podrido. Todo ello danzaba frente a mí como un carrusel mortificante.

Hasta que apareció Mirna y su boca garabateada con lápiz labial, franjas de purpurina rodeando sus ojos de marsupial, el mentón anguloso y me pareció bella. Nos dimos un beso honesto capaz de obviar la furtividad del encuentro. Mi cuerpo junto fuerzas en un punto y se levanto mi hombría desperezándose como un oso hambriento que termina de invernar. Mirna se inclino y escuche el graznido de su boca intentando engullir mi gruesa verga enhiesta. Su cabeza era como un pistón que iba y venia. Y con cada arremetida, algo, un soplo de mi vida en forma de secreción se iba con ella. Intente apartarla, la sujete de los cabellos y tironee hacia los costados con mis endebles brazos, pero Mirna no cedía y mas bien su boca como ventosa quedo con mi verga dentro por completo y continuo bombeando, como si mi corazón pudiera palpitar lo suficiente para contrarrestar tal grado de excitación. La maldije por hija-de-putisima. Me arroje con los brazos extendidos hacia atrás y un torbellino de pepitas de sal escaparon de mis venas rumbo a mi verga, explote en un instante de sopor. El techo daba vueltas, giraba como una hélice. Mirna se aparto y pudorosa mostró sus dientes chuecos rebalsando una viscosidad burbujeante y blanquecina…. lívido por la vergüenza le di una bofetada esparciendo a lo lejos el contenido pecaminoso de su boca...

Abrí los ojos de un impulso y supe que estaba debilitado por la fiebre, turbado, con la lengua seca. Amanecía por fin. Aun resollaba como un asmático. Quise levantarme pero Mirna, sintiendo mis lentos movimientos, me detuvo.

―Tengo sed ―dije.

Fin

Viernes, 1 de Mayo.

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Por un Cuarto de Pollo (parte I)

6:12 by Pike

Era de noche y sentía frió, el taxi se detuvo en medio de la nada y solo se escuchaba el cascabeleo del motor diesel. La cabeza me zumbaba, por momentos una cortina lechosa cubria mi visión. El chofer prendió una lucecita y contó los billetes apeñuscados que le pase sobre el hombro. Mi condición de enfermizo se hizo patente, el aliento fétido era indicio de algún trastorno estomacal, devolvía un vaho avinagrado. A mi lado estaba la mujer de la calle, cuyo nombre no paraba de repetir mentalmente como un mantra: Mirna. Sentí que el viaje había sido largísimo de un extremo de la ciudad al otro. Los pozancones de las calles me despertaron, el continuo brinqueteo termino por romper mi frágil sueño. Tome la bolsa de comida y bajamos del taxi, Mirna me agarro de la mano, como quien guía a un ciego. El barrio estaba oscuro, la débil luz de un poste al final de la calle de tierra dejaba ver los contornos sinuosos de las casas rusticas a medio terminar, empotradas unas sobre otras. Descubrí que la zona sirve como estacionamiento a los camioneros, gigantes chatas franqueaban las calles a ambos lados. Se veían siluetas descargando bolsas sobre ramplas empinadas de subida o bajada. ‘¿Dónde fui a parar?’, pensé. Cada pegunta que formulaba y eran muchas, arrancaban un pedazo de mi huidiza memoria.


Caminamos un buen trecho, esquivando lagunas de barro, hasta que llegamos a un descampado, que en otro momento serviría como cancha deportiva, pero como había llovido horas antes, era solo un inmenso lodazal. Lo circundamos y entramos por un pasillo, Mirna me indico silencio cruzando un dedo frente a la boca. Abrió con cuidado una pequeña reja destartalada, se escucho el gruñido de un perro, Mirna se apresuro a tomarlo por la cabeza y pasarle la mano por su hocico, el raquítico perro comenzó a lamerla soltando pequeños aullidos.

―Pasa rápido antes que alguien se despierte ―grito en voz baja.

No pude, me tome el pecho y comencé a toser. Algo atenazaba mi respiración. Mi cabeza retumbaba con cada estertor. Alce la mano en señal de impotencia, hasta que doblado por el dolor, de a poco un flujo de aire fue llegando a mis pulmones.

Al final entre por una hilera de cuartos enanos hasta llegar a un depósito al fondo, apenas iluminado. Mirna cerró la puerta detrás mió. El lugar estaba lleno de bolsas de carbón y latas de manteca apiladas en columnas. A un lado, un colchón de paja era el único indicio de que alguien dormía ahí. Nos sentamos en el colchón, Mirna acerco una caja de cartón y puso la bolsa de comida sobre la misma. Me miro como pidiendo permiso y abrió la bolsa sin perder tiempo. Mientras comía casi con desesperación, metiéndose a la boca la carne de pollo y el arroz al mismo tiempo, recién pude observarla con detenimiento. Estaba descalza con los pies mugrientos, vestía un pantalón de franela sujetado a la cintura con un pedazo de soga y una polera con el cuello tan ancho que se le veían las clavículas. Largos mechones brotaban de su cabeza como un helecho. En su rostro de pómulos huesudos su mirada ojerosa aun guardaba cierto brillo.

Se escucharon los pasos de un gato cruzando el techo de calamina.

―¿Por que tiemblas? ―pregunto.
―Tengo mucho frio ―musite.

Pese al intenso calor del encierro de la habitación sin ventanas, sudaba a chorros y no paraba de moquear. Acostado, un continuo pálpito en la sien me indicaba que debía hacer lo correcto. Me anime y comente:

―No recuerdo por que estoy aquí.

Por primera vez Mirna sonrió y se le formaron hoyuelos en las mejillas. Su boca aceitosa resplandecía en la penumbra.

―Yo tampoco lo se ―dijo y con ello me colmo de espanto.

No sabía si bromeaba y preferí guardar silencio. De nuevo volvió a faltarme el aire. Esta vez mas calmado, intente aprovechar cada molécula de oxigeno. La vista se me nublo y cerré los ojos entregándome a la oscuridad provisoria. Rebasado por el miedo, llene de mierda mis pantalones, tras lo cual cierto alivio atisbo finalmente.

Sentí la mano de Mirna palpando mi frente, luego friccionándome el pecho. No lograba distinguir lo que decía, su voz era un siseo demasiado tenue como para intentar descifrarlo. Me tomo por la cabeza y acerco un vaso con agua, que bebí de un trago.

Sentía la constante picadura de mosquitos, mi mandíbula, un par de castañuelas brincoteando. Comencé a hacerme preguntas tontas: ¿Quién era?, ¿Cuál era mi nombre? ¿De que vivía? Y ciertamente no lograba responder.

(Continuara)


Santa Cruz, 29 de Abril.

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La Deuda

22:55 by Pike

El abultado culo de la puta causo tal estrépito al caer sobre la mesita colmada de botellas y vasos, que se escucharon carcajadas, chiflidos en todo el patio, algunos hasta se pararon y aplaudieron. Estaba borracha bailando frente a sus clientes cuando al parecer se le rompió el taco y se fue para atrás. El incidente distrajo un poco la discusión que tenia con Paúl, pero lo jale de la camisa.

-Necesito mi dinero –insistí.
-¿Será que antes no podemos compartir unas cervezas? –respondió con los ojos brotados y la boca desencajada.

Mire alrededor nuestro, buscando una buena excusa, pero solo había sórdida diversión, y deje que pida el último par de cervezas. Serian como las nueve de la noche y tenia menos de una hora para volver con el dinero. Alguien en el comercial Chiriguano me dijo que Paul estaba en la Casita Blanca, así que tome un taxi y llegue tan rápido como pude. La Casita Blanca es un putero sobre el Segundo Anillo, a lo diagonal del Parque Urbano. No hay nada afuera que llame la atención o indique que es un lenocinio, excepto su barda blanca y el guardia a la entrada. Por dentro esta pobremente acondicionado para atender a la tropa machorra que viene a distenderse. Comparado con otros boliches del rubro, la Casita Blanca tiene precios módicos y atractivas mujeres, debe ser por eso su popularidad. Como era Sábado el lugar se estaba llenando, nos ubicamos en el patio acomodados sobre un sofá curtido de viejo que hedía a esencia de grosella. Por lo menos corría un poco de viento. Me tenía traumado el hecho de que entre las putas creí haber reconocido una amiga de la infancia.


Paul estaba a besuqueos con Samantha, una rubia teñida rolliza, vestía un enterizo negro que le llegaba hasta el muslo, es bajita y caderuda. Había como una treintena de personas entre hombres y mujeres, pero la diferencia se iba incrementado a favor de los hombres que es cuando el putero se vuelve insoportable por los borrachos, las peleas, la bulla. Aun así distrae. Samantha levanto la mano, pidió más cerveza y un trago de Amarula para ella.

-No más cerveza –la detuve tajante.
-No seas apático –respondió, y añadió hecha la simpática-: Te voy a llamar una amiga para que se te vaya el aburrimiento.
-No gracias –dije.
-No te preocupes, todo ya esta pagado –añadió Paúl balbuceando.

Mire con desdeño la canastilla de cerveza prácticamente llena al lado nuestro. Estaba levantándome cuando unos brazos llenos de manillas me toman por el cuello. Una nubecilla de una fragancia chillona me envolvio.

-Hola, soy Marioly –dijo la voz chillona que venia de una figura curvilínea, sobrecargada por delante y más bien escuálida por atrás. Me presente y en ese instante alguien me paso un vaso de cerveza. Lo puse sobre la mesa y pregunte quien lo sirvio.

-El mesero –musito Paúl sin saber a quien respondía.

Levante la mano llamando al Guardabosque –así le dicen al mesero- es un tipo chato, cabello hirsuto con la cara plana, se me acerca y le exijo que destape las botellas en la mesa, nosotros nos servimos. Samantha y Marioly cuchichearon.

-Estas con la perseguidora –comento Paúl y dio un saltito por el hipo.
-Solo quiero salir entero de este lugar –respondí.
-Mierda, ni que fuéramos pildoritas –retruco Marioly y soltó una carcajada.

Desde la sala una rockola tronaba música popular del norte de México, me senté de nuevo, Marioly se puso a bailar frente a mí. El piercing en su ombligo me hacia guiños. Alce la mirada, sus enormes pechos brincaban al unísono, queriendo escapar del escote, se descolgaban y volvían a su sitio. Invitaban al cobijo, un pesebre de ubre donde apoyar mi conciencia mancillada con tantos problemas, pensé. Me asaltaron los deseos de abrazarla, renunciar provisionalmente a mi estado civil y dejarme llevar por la algarabía del momento. Un cosquilleo comenzó a bajar por mi espalda.

-Tengo crédito aquí, si queres hace pieza –dijo enfático Paúl, intento pararse y sacar algo de su bolsillo pero no lograba tenerse en pie y se desmorono en el sofá.

Fiel a mi voluntad de correr riesgos innecesarios, tome la mano de Marioly y la trence con la mía, la mire a los ojos, los tenia alicaídos, sus pómulos rojizos me indicaron que estaba chispeada. Estaba en esos alcahueteríos sentimentales cuando de golpe la música se detiene y se escucha por los parlantes que se buscaba al dueño de un Toyota Levin amarillo, matricula SCH-438. Era el auto de Paúl, lo tome por el brazo pasándolo por mi hombro y nos dirigimos a la puerta. Supuse estaba mal parqueado y había que moverlo. Afuera, para terminar de consternar mi ánimo, un policía del PAC nos esperaba, hizo algunas preguntas acerca de la movilidad, abrimos el maletero, nos pidió documentos. Estaban haciendo una redada y las características del auto coincidían con las de una denuncia, pero era evidente que nosotros estábamos en otra joda, así que el oficial simplemente nos advirtió que nos retirásemos del lugar pues la redada se estaba extendiendo por algunas rotondas del Segundo Anillo y era posible que nos vuelvan a detener. Hasta eso un grupillo de curiosos se acomodo alrededor nuestro escuchando con detenimiento lo que se decía. Mas bien Paúl no abrió su boca sino para denotar su hipo. El policía subió a su moto y partió.

Se me acerca el Guardabosque y me indica que faltaba pagar la cuenta. Se debían algo como setecientos bolivianos. Me caí de culo yo también. Paúl solo tenía seiscientos, sin tomar en cuenta los cien dólares de la deuda. Me moleste de verdad.

-¿Cómo se supone que me vas a pagar? –lo increpe- si ni siquiera tenes para la cuenta.
-En mi oficina de seguro arreglamos –dijo- mas bien préstame hasta que lleguemos.

Paúl es prospero en los negocios pero no es el tipo de hombre que se sacude los pies antes de entrar a su casa. Tuve que poner de mi plata y evitar un escándalo. Le quite las llaves del auto y lo subí a empujones, el muy decidido quería manejar siendo que estaba ebrio. Al cerrar la puerta del acompañante note que una joven salía de la Casita Blanca con un tipo, por la forma de caminar, el perfil de muñeca Barby casi atine a llamarla por su nombre, pero dije:

-No, no puede ser ella.


Santa Cruz, 22 de Abril.

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Un Viernes no tan Santo

19:48 by Pike

Carolina toco mi timbre a eso de las nueve de la mañana, previo envió de mensaje de texto, y tras que abrí la puerta y vi su sonrisa fruncida me acorde que no tenia mucho efectivo. Lucia desvelada, los ojos rojos, su corto cabello ceñido por el gel en algo acomodaba su rostro abotagado. Vestía una falda corta kaky y camiseta, una carterita de cuero cubierta de tachas colgaba de su brazo, una pinta bastante casual. Como era Viernes Santo y regia un feriado nacional decidí aprovecharlo para limpiar mi apartamento. Nos saludamos con besos en la mejilla sin decirnos nada, Carolina entro casi arrastrando los pies, miro a su alrededor como reconociendo el lugar y se sentó en el sofá. Le ofrecí un té de manzana, me miro a los ojos y asintió. Puse la caldera en la hornilla, me senté a su lado luego se hecho en mi falda y comencé a ensortijarle el cabello. Entonces me contó que había terminado con Josué, la pelea había surgido a raíz de que Josué se fue a Buena Vista con amigos de su comparsa dejándola plantada en la ciudad. Discutimos un buen rato de los por menores de la relación. Una vez mas le di la razón en todo ¿Acaso no es mi costumbre escuchar sus trágicas pataletas?


Tome un montón de ropa, salí a mi pequeño patio, y la metí en la maquina de lavar. Desde la cocina Carolina me preguntaba a gritos por el azúcar. Estaba irritante, mas que en la ultima visita, hoy era Josué, pero antes fue Marco, Diego, Carlos, Eduardo y antes cualquier vividor que la tomaba por un rato y ya. Agregue el poco detergente que me quedaba y deje funcionando la maquina. Entre con escoba y basurero y comencé a barrer el cuarto, Carolina sorbía de la tasa de té.

-Mierda –me dijo- cuando vuelva Josué te juro que si me busca voy a estar bien lejos. No le aguanto una mas de sus pendejadas. Prefiero hacerme la loca y revolcarme con cualquiera, pero este no me toca un pelo más.

-Esta bien –le dije.

Y la mire de reojo de pies a cabeza, la verdad tenia algo de celulitis y la pansita abultada de quien disfruta churrascos y chicha de maní, pero estaba maciza, llena de vida pese a sus innumerables quilombos sentimentales.

-No son celos lo que siento –dijo pensativa- así que esta vez con la cabeza fría se que puedo apartarme sin llegar a extremos.

Sonaba determinada, envalentonada pero Carolina es así. Sobrevalora las relaciones, las idealiza, no ha superado el mito de la Cenicienta: para ella, hasta que se demuestre lo contrario, todos son príncipes azules castos e impolutos. Carolina entro al baño de tres zancadas y desde ahí seguía renegando, hasta que escuche sollozos. Me preocupe y toque la puerta, salio y me abrazo por el cuello.

-Te juro que no lo vuelvo a hacer –musito. Apoye la escoba en la pared y la tome con ambos brazos.

Le propuse hacer Cinecama. Así que nos fuimos al mercado Mutualista, compramos una película de suspenso, helado y nachos. Nos despejamos un poco en el paseo, el mercado no estaba atestado como es habitual así que pudimos escoger lo que necesitábamos sin atropellarnos con la gente en los pasillos. A la vuelta Carolina me ayudo a terminar de sacar la basura, vaciamos los basureros del baño, mi escritorio y la cocina. Termine tendiendo la ropa y Carolina lavando el servicio. Después nos echamos en la cama algo hiperventilados por los quehaceres, puse la película que no estaba mala pero a la media hora apartamos las bandejas de comida y nos dormimos extenuados.

Seria como el medio día cuando unas voces y gritos como rayando un vidrio con una moneda que venían de la televisión, me despertaron. Me había dormido profundo, así que la modorra era grande… pero más grande era el bulto que tenía crecido entre las piernas y que parecía en cualquier momento iba romper la tela de mi bermuda como un alien lujurioso. Observe que Carolina estaba recostada de espalda con las piernas recogidas y el rostro de un lado, un hilo de saliva le caía por la orilla de sus labios, me acerque y lo lamí, recogí ese chorrito cristalino y lo deposite como un beso ligoso sobre su boquita entreabierta. Me acerque a su cuerpo intentando no despertarla. Le acariciaba la mejilla y pensaba que siempre que terminaba con alguien, la muy desgraciada llegaba y me alborotaba la pija, el corazón, las entrañas. ¿Cuántas veces no le ofrecí una relación estable, respeto y compromiso? No muy lejos estaban los días en que la acompañaba de boliche en boliche esperando caiga en cuenta de mi fidelidad y entrega pero Carolina siempre prefirió los chicos malos, los tipos agrestes, frívolos, que la manipularan a su antojo. Es entreguista, le gusta mimetizarse entre gente superficial, fanática del flash, de posar con sonrisas fingidas para las innumerables revistas de sociales. Pero acostada, durmiendo casi en posición fetal develaba su inmensa fragilidad.

Carolina percibió que estaba cerca de ella, dio varias vueltas como acomodándose, y quedo con la falda levantada. Mis retinas se dilataron por completo: recorrí sus piernas, al final una tanguita transparente bastante escotada formando un paño triangular, yacía mansamente sobre su pubis apenas depilado. Me acerque con cuidado al promontorio y ello supuraba un tenue olor mezcla de goma y jabón, que dulzura pensé. Nervioso, pues me parecía que Carolina se estaba haciendo la dormida, me levante bruscamente de la cama, apague la televisión y me hice el que buscaba mis sandalias, siendo que las tenía puestas.

Al rato Carolina se desperezo, me pregunto la hora y comenzó a quejarse de la comida, el helado muy cremoso, los nachos muy salados. A la mierda dije, ahora de seguro me sale con una famosa dieta que debe seguir y que por mi culpa pisoteo sin remordimientos. Estaba aburrido por la siesta inconclusa. Metí algo en mi bolsillo y salimos a la calle en dirección nuevamente del mercado, mi excusa era que debía comprar una bolsa de detergente. Después Carolina empezó el ritual de siempre, alguna necesidad la apremiaba y requería un prestamo de dinero urgente.

-Tengo que inscribirme a la universidad –me comento.

Nos acercamos a un cajero automático, ingrese la tarjeta de debito y saque cincuenta dólares. ¿La anterior vez habían sido cuarenta? No importaba, solo quería verla tranquila. Carolina metió el billete en su cartera, sonrió y me dijo:

-Sos un ángel!!


Santa Cruz, 14 de Abril.

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La Noche Escabrosa

11:28 by Pike

A Ti, por insolita.


Solo recuerdo los labios de Mariela chupando los dedos de Yerko con desalmada excitación, el tapiz marrón del asiento lleno de orificios por quemaduras de cigarro, la luz pálida del celular filmando lo que sucedía. Las piernas espigadas de Mariela con la bombacha hasta las rodillas. Yo mordiendo los hombros de Mariela, quitándole con los dientes el sosten. Los vidrios empañados. La corriente fría del aire acondicionado, secando el semen de la punta de mi pija. Yerko bajandose los pantalones, desabrocho el cinturón, se quito el reloj. Los empellones de Yerko contra las caderas de Mariela, los gemidos, los grititos entrecortados, la respiración ruidosa. Los tres haciendo muecas y saludando a las cámaras de seguridad del estacionamiento. Mariela estrujando sus pechos en mi boca. La desesperación de Yerko por abrir un preservativo, luego por ponérselo. El piso lleno de latas, botellas, cigarros. La voz empalagosa de Daddy Yankee saliendo a borbotones de los parlantes. El chirrido de los resortes del asiento.


Una pija erguida con las venas brotadas blandiéndose frente al rostro impávido de Mariela, la boca de Mariela intentando asir con su cavidad todo la pija, sus dedos rasguñando los pectorales de Yerko. La luz enceguecedora de una linterna, dando vuelta al auto, los ladridos de un perro. Un guardia golpeando con sus nudillos el parabrisa. Mis boca rodeada de bello púvico, mi lengua abriendose camino entre las nalgas rechonchas de Mariela. El mismo guardia golpeando con la palma de su mano el techo. Los gritos de júbilo de Mariela, su cabello largo azabache, salpicado de semen. Los tres haciendo mosh. Una mano tironeando la blusa de Mariela, otra debajo de la falda invadiendo su puvis, Mariela babeando mi cara, mordisqueando mis labios. Botones zurcando el aire. Dientes blancos brillando en la penumbra. Yerko sacudía mi pija, me masturbaba, intentaba metérsela a la boca. Los vecinos del condominio comenzaron a llegar a la planta baja, murmuraban, con las manos en la boca. La alarma de un auto sonaba. Una mujer de ruleros y bata llorando, varios señores con la mirada como carbones encendidos, un niño apuntaba su brazo en dirección nuestra. Mi dedo buscando acilo en la concha húmeda de Mariela. Yerko mostrando su trasero a la gente. El guardia jalaba la chapa sin exito, golpeo con su linterna el vidrio de la puerta. La gente lo animaba a romperlo. La cabeza gigante del mastin napolitano, su collar con puntas. Mi pija desgonzada entrando en la boca tibia de Yerko. Mariela con el rimel corrido, las uñas quebradas, chascosa, pateando con sus botas el asiento de adelante. Los restos de una botella de whisky derramándose sobre mi cabeza. El vidrio de la puerta cayendo en miles de astillas. Mi mente elucubrando otras posiciones. El brazo uniformado del guardia abriendo la puerta trasera. Los tres nos derrumbamos al suelo, con el torso descubierto, riendo a carcajadas. El perro chorreaba espuma por las comisuras de tanto ladrar, jalaba de su cadena desesperado. La noche escabrosa cerrando su puño.


Santa Cruz, 5 de Abril

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Lo confieso: estuve en el Miss Santa Cruz

10:07 by Pike

La otra noche un amigo fotógrafo, Eduardo, me llamo por teléfono para que lo colabore a cubrir “un importante evento social”. Como ese rato me había discutido por el control del control remoto con mi valluna bravucona y estaba trompudita, decidí acompañarlo. Grande fue mi sorpresa cuando acabe entrando al salón de la Feria Exposición al Miss Santa Cruz. Llegamos como una hora antes de que el show empiece. Así que había mucha gente, entre ellos, modelos, técnicos, personal de seguridad, auspiciadores, a correteos “ultimando detalles”. De entrada el escenario me pareció precario, parecía un teatrino con esteroides. El numero treinta dorado en gigante en el fondo estampando los fructuosos años de Promociones Gloria en el negocio de lucrar con traseros de alto vuelo. La pasarela era bastante corta, lo suficiente para que entre en el cuadro de las cámaras de televisión. Un arco de luces, como entrada de feria, era el marco del escenario. Por televisión todo se veía mucho mejor, gracias a las luces que toman otra forma como adiamantadas a través del lente de la cámara. El lente también hace ver más grande el escenario. En realidad todo el montaje esta hecho para la televisión. El publico presente solo cuenta como extras que meten bulla y vitorean. Y pagan sus entradas para ello.


La gente comenzó a llegar en grupos grandes media hora antes del comienzo del show. Las mesas y sillas estaban cubiertas con manteles blancos. Sobre las mesas, una fotocopia de la carta y un abanico de ofertas en catalogo de los auspiciadotes. Llegaban grupos en familia, parejas, o amigos. Nadie vestía casual, más de un ridículo creía que estaba asistiendo a la premiación de los Oscar… y que iba ser nominado!!! Eduardo me señalaba con su ojo de fotógrafo las lentejuelas mezcladas con tela, los trajes a raya, la bijouteria recargada, el maquillaje circense, una asquerosa fauna variopinta que abusa de la moda a ultranza. Incluyendo la señora Gloria Limpias que a sus cincuenta y pico años llego de pantalones blancos ajustados que delataban su vomitiva ropa interior, una mezcla de enaguas con tanga, fue horrible!!! fue horrible!!! (Mas tarde, a la hora de subir al escenario a recibir elogios por su aniversario, lucio un traje formal)

El show empezó cuando terminaba la telenovela del horario estelar, a eso de las diez de la noche. Salieron las misses, desfilaron e hicieron una sencilla coreografía de acto cívico de colegio fiscal. Se escucharon por primera vez los aplausos y las manos gigantes de cotillon flameaban en lo alto apoyando a una u otra candidata. Me llamo la atención un grupo de mesas cerca del escenario que sacudían largos globos multicolores en forma de chorizos, tal cual símbolos falicos animando a las candidatas. Media hora después de videos en exteriores, publicidad, mas videos y de nuevo publicidad, las misses volvieron a salir en traje de baño, retorciendo sus cinturas y meneando la cabeza como esas mascotitas que los taxistas o micreros ponen sobre el portaguantes de sus bólidos. Desfilaron en traje de gala, luego llego la ronda de preguntas, muchas titubearon, la mayoría lo hizo bien. El cirujano estético Burgos como parte del jurado me pareció una bofetada, el que promueve la falsificación, negocia con la inseguridad de las personas, receta cirugías como recetar aspirinas, ha montado la primer fábrica en serie de silicona y narices respingadas en este pueblo, ¿juzgando la belleza? Hágannos el favor.

Ya se acercaba el momento culminante del show y Eduardo me hizo notar la extrema seguridad que había en el recinto. Se trataba de evitar que algún canal de televisión de la competencia filtre sus cámaras. Nosotros estábamos apostados con nuestro trípode a un lado del salón, casi atrás, al lado izquierdo. Y justamente detrás de nosotros estaba una locutora y un camarógrafo de la red UNO filmando clandestinamente. Prácticamente estaban detrás mió. Conversamos acerca del trabajo sucio de exponerse a que los de seguridad te quiten la cámara o la cinta. Nos reímos un rato sobre los gajes del oficio. La sonrisa se nos borro cuando apareció un encargado de Unitel, un jefe de prensa, y nos pidió nos retiremos del lugar. Tuve que explicar que no estaba con ellos y ellos a su vez tuvieron que explicar que no estaban registrando imágenes. Algo difícil de ocultar cuando se carga una cámara Cannon de cinco mil dólares.

Estábamos en esas idas y venidas cuando anuncian el nombre de la ganadora, un griterío inundo el salón, la algarabía inflo el recinto como un zeppelín. No podía ver nada, todo mundo se paro y levantaba las manos, comenzaron a entrar los canales de televisión con sus equipos y personal. Los cañones bombardeando papel picado al aire terminaron por cortarme la visual. En menos de un minuto las luces generales se prendieron y la gente comenzó a salir. Fue cuando vi de cerca a las modelos despampanantes y gente de la farándula que siempre habia visto por televisión. Los inmaculados. Estaba ahí rozándome con esa elite de plastofor. Famosos solo hasta el Cuarto Anillo de la avenida Banzer. Hice peripecias para acomodar el equipo sin golpear a nadie. Era mas de la media noche, alce mi bolsón y Eduardo me hizo recuerdo de unos famosos pacumutos de giba sobre la Mutualista.

Al fondo una dulce melodía que sonaba como una retreta de plaza, nos despedía de la “mágica” noche.


Santa Cruz, 04 de Abril.

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