El Aljibe

21:11 by Pike

Caminaba apurado por una calle del casco viejo, con papeles bajo el brazo pues debía concluir unos tramites y sobre la acera me cortan el paso unos enormes troncos que estaban sosteniendo la fachada de una tapera a manera de bastones gigantes. Me irrite por la falta de consideración al peatón, semejante obstáculo siendo tan transitada la cuadra. La molestia se disipo cuando cruce la acera y me fije detenidamente: la fachada estaba por completo fracturada, largas grietas zigzagueaban su cintura, los marcos de las ventanas podridos, el techo desfondado y las tejas alfombradas de musgo. Debía considerar la antigüedad de la construcción y el abandono en que yacía. La casa no estaba siendo demolida, simplemente se derrumbaba a pedazos por cuenta propia, a la intemperie, en un lento pero seguro devenir, a la vista de todos. Cada bocinazo, cada transeúnte con prisa, la desportillaba un poco más. Me intrigo cuanto tiempo mas podría estar de pie. Decidí espiar. La puerta estaba desvencijada, le colgaba una aldaba herrumbrosa, solo tuve que empujarla un poco y cruce el vano. Dentro, el piso de ladrillo me hizo recuerdo a otro piso de ladrillo de mi infancia. Camine entre montículos de tierra y hierba, no paraba de sacudir el aire frente a mi, pues las paredes descascaradas soltaban un polvo fino que flotaba perenne. En algún momento tuve que protegerme la nariz con un pañuelo. Pase a una habitación cuyo techo tenía un enorme agujero, al acercarme y observar, algunas palomas alzaron vuelo desde el tumbado. Me asuste. Sentía estaba menoscabando la agonía de un enfermo terminal.


Llegue al traspatio donde logre divisar entre una maraña de enredaderas y helechos la curva de un aljibe. Me pregunte cuando fue la última vez que lo utilizaron. Rodeado de tanto abandono el aljibe parecía el vaso comunicante con el pasado de la casa. El ultimo reducto de dignidad. A mí alrededor solo pude contemplar escombros: el esqueleto oxidado de una bicicleta atravesado entre los restos de un ropero, al lado, un colchón despanzurrado servia de madriguera a un gato. Mosquiteros, tela milimétrica, arcos de mampostería, vasijas de plástico, un catre, azulejos de baño, masetas de cerámica, una jaula vacía, canaletas, un sombrero de fieltro, un baúl, una bacinilla, un justan, revistas y periódicos, esteras, un ventilador, cortinas, los fierros de una cocina, bolsas de estuco, una mampara, tarros, un caballete, botellas de vidrio, todo apilado en una enorme montaña de basura salpicada de lodo.

Estuve como media hora haciendo una lista mental de las cosas que vi. Ajuste mi corbata y regrese a la calle.

Santa Cruz, 1 de Abril

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El Perdon

15:37 by Pike

Quienes me ven ahora, flaco y amarillento, no saben que antes era gordo y macizo. Disfrutaba de las comidas bien servidas, abundantes en carnes. Bebía cerveza con regularidad, gastaba dinero sin medida y no rendía cuentas a nadie.

Pero todo cambio cuando empezaron las pesadillas. Despertaba a media noche empapado en sudor y temblando, en la pesadilla perdía el control sobre mis manos y amotinadas intentaban estrangularme. A lo largo de varias semanas el mismo sueño aciago volvió a repetirse. Comencé a dormir mas tarde, darle vueltas a la cama, hasta que el insomnio comenzó a hacer mella en mi rutina. Cierta noche en el alba me acorde de Celso Urquidi, la humillación que sufrió y en la que participe quizás con mas encono.


Trabajo como encargado de almacén de una cadena de supermercados, mi oficio es delicado, pues debo hacer cuadrar aquello que entra al almacén con aquello que sale. Ni una brizna de polvo se escapa de ser inventariada. Tengo más de veinte personas bajo mi responsabilidad. La falta de sueño comenzó a afectarme pues no podía lidiar con mi carácter aburrido y de por si irritable y perdía la concentración con mucha facilidad.

Comencé a buscar ayudar. Un amigo me dio la receta de unas pastillas que por un tiempo me hicieron dormir como una piedra. Pero me levantaba zombi y perdía el control sobre mis actos. Mi madre no quiso recibirme, nuestra relación era muy difícil, siempre le eché la culpa de varios de mis fracasos y ella solo aparecía para cobrarme una antigua deuda sobre una casa en anticretico que nos repartimos mi padre y yo. Fue mi padre, justamente, el que me recomendó visitar un circulo de conocidos que practicaban cierta espiritualidad. Acabe yendo al lugar. Se reunían todos los jueves en un salón improvisado que de día funcionaba como tienda de decoraciones. La tienda era de uno de los miembros de la congregación.

Hable con varios antiguos de la congregación, cada uno en diferentes palabras me dijo lo mismo: “debes buscar el perdón de tus faltas”. Participe de las reuniones por un tiempo, me servía para distraerme y ganarme la indulgencia de algunos. Mi vida desordenada continuaba, gastaba mi dinero en costear borracheras con colegas y mujeres. Una noche llegue exhausto a mi departamento y me miro al espejo, enormes ojeras colgaban de mis pómulos, estaba canoso y por lo menos aparentaba diez años mas de los que en realidad tenia. Esa noche sufrí una revelación, lo que le sucedido a Celso Urquidi fue mi culpa, solo mía.

Ni bien despunto el sol intente ubicar a Celso Urquidi, necesitaba hablar con el. Pero era como si hubiese desaparecido de la ciudad. Me dieron datos contradictorios sobre su residencia y trabajo. Toque decenas de puertas buscándolo, en cada una de ellas deje una nota pidiendo me llamen si lo veían.

Intente rehacer mi vida con esmero, volví a asistir a la congregación, comencé a poner en practica ciertos valores, pero las pesadillas continuaban y me quedaba en vela esperando el teléfono suene.

Un día después del trabajo se me acerca un tipo alto de cabello lacio y rostro apacible y me dice que sabía de alguien que conocía el paradero de Celso Urquidi. Le hice caso, tome nota de la dirección y sin perder tiempo me fui a su encuentro. Era una noche fría, todo el día había estado lloviendo, y un fuerte viento del Sur se instalo en la ciudad. Recorrí las calles lodosas de un barrio más allá del Séptimo Anillo. Llegue a una casa humilde, techo de calamina y bardas sin revocar. A ambos lados de la casa solo había lotes baldíos, afuera un foco se balanceaba de un lado a otro. Una mujer de trenzas blancas y caminar lento salio a recibirme, se acerco y sin mayores trámites me dijo:

-Celso esta muerto.

Sus agrias palabras fueron la fuerza que soltó mi torrente interior. Pues llore desconsoladamente, arrase con mis lagrimas, cada una al caer, fue devolviéndome liviandad. Después de un rato, era un amasijo de arrugas, un palo de escoba con camisa.


Santa Cruz, 29 de Marzo.

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El Cielo Protector

6:16 by Pike

(En recuerdo de The Sheltering Sky de Paul Bowles)

Detuve el auto al borde de la calzada, Nathalia abrió la puerta con premura, saco la cabeza por encima del resto de su cuerpo y vomito todo el Fernet con coca que bebio. Regurgito como tres veces hasta que le pase varios pañuelos desechables. Eran como las cuatro de la mañana de un Martes en Equipetrol Norte. Baje de volumen la música, me estire con ambos brazos para ayudarla a recostarse. Nathalia no tenía por costumbre beber, aun así había resistido mas de dos botellas de Fernet. Lo primero que dijo cuando se repuso es que la iban a matar en su trabajo, pues tenía que presidir una junta, presentar cierto informe y todo ello iba suceder en el transcurso de las próximas seis horas. Le ofrecí llevarla a descansar, pero se negó. Me tomo la muñeca con firmeza y musito que necesitaba un rato de esparcimiento. Estaba cabreada del trabajo en la oficina.


Conocí a Nathalia en un curso de capacitación sobre atención al cliente. Desde el principio me pareció una chica jovial, emprendedora y muy metódica. Nunca me imaginaria que detrás de esa fachada de mujer independiente y ejecutiva a los treinta, se escondía alguien soberanamente sensible. Nathalia es delgada, de caderas anchas y cabello rizado, su mirada posee el don de la benevolencia. Siempre que te mira, sabes que esta dispuesta a escucharte.

Pero esa noche en Equipetrol el que la escucho fui yo. Nathalia se desahogo con parsimonia. Hablaba haciendo dibujos en el aire, se tomaba el cabello y lo colocaba de un lado y luego del otro. Prendió un cigarro luego prendio el siguiente. Cuando se dio cuenta que estaba cabeceando de sueño, me propuso una idea. Bajamos del auto y tomados de la mano, nos echamos en el asfalto. Al principio temí que un auto nos arrolle, pero al ver el entusiasmo de Nathalia, me cague en todo. A un lado de la jardinera, nos quedamos viendo las estrellas, acostados en medio de la avenida. El ejercicio de relajación consistía en mirar al cielo fijamente, hasta que este comenzase a mostrar un degrade de colores. Pero solo había oscuridad y estrellas titilando. La noche se puso fresca, el calor del asfalto nos mantuvo cómodos.

Y pensé: ¿Era acaso posible, mirando el cielo, escapar de las luces de neon, los bocinazos, los saludos fríos en los pasillos, la mirada ampollada de los indigentes, el caos del trafico, los discursos pomposos, las montañas de llantas usadas, las gigantografias multicolores, los edificios presuntuosos?

Si, por un instante el cielo protector nos mantuvo flotando en sus manos mientras contemplábamos su infinita majestuosidad. Mas de un guardia hacia su ronda y nos miraban con curiosidad, pasaban los autos y detenían la marcha como respetando nuestra postura zen. En mucho tiempo no me sentí tan conectado con algo como esa noche. Por un rato olvide mis problemas, el efecto debió ser el mismo en Nathalia pues cuando gire la mirada para observarla estaba sonriendo placidamente.

Santa Cruz, 27 de Marzo.

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Mi Primer Beso

7:34 by Pike

Mi primer beso con un hombre fue espontáneo, tierno, pero mas que todo fue un secreto que guarde por mucho tiempo. Hasta hoy. Aquellos que me conocen los entiendo si sufren una decepción, los que no, es problabe que solo les provoque indiferencia y quizás cierta animadversión. En todo caso me refugio en un supuesto anonimato para relatar lo que por mucho tiempo fue una experiencia importante en mi desarrollo como persona.


No fue a lo Brokeback Mountain, tan apasionado y trágico. Esto fue mas bien casual, quizás por joda, quizás por curiosidad. Sucedió en mi auto, estaba amaneciendo, veníamos de una fiesta y claro, estábamos borrachos, pero no le voy a echar la culpa al alcohol. Si bien influyo en cuanto nos ayudo a desinhibirnos, la verdad es que un bello amanecer puede inspirar experiencias desaforadas. Un refulgente tamiz de gotas de agua cubría la ciudad, el sol despuntaba brioso entre un racimo de nubes albinas. Canturreábamos una pieza de Coldplay, Dionisio, así lo llamare, me abrazo para que nos tomemos una foto. Saco su cámara y comenzó a manipularla con cierta torpeza. Le dije que estaba conduciendo, en otro momento. No se detuvo y se acerco lo suficiente como para salir en el recuadro. Detuve la marcha y me parquee al lado de una hamburguesería sobre el Primer Anillo. La gente del boliche nos tiro una ojeada. Estaba por abrir la puerta cuando sentí un jalón del cuello, luego fueron sus labios húmedos los que hicieron el resto. Por un momento pensé que solo seguíamos abrazados, que era una broma, pero al sentir su lengua trenzarse con la mía, supe que estaba involucrado. Cerré los ojos y me deje llevar por la euforia del momento. Debo admitir que nos besamos mas de lo prudente, mas de lo que las miradas de los comensales, transeúntes, curiosos, pudieran permitir de un par de jovenzuelos. Nos sentamos a comer y la gente nos observaba sin disimular. Reímos a carcajadas sin darnos por aludidos. Por primera vez no tome las cosas tan en serio.

Dionisio es un chico de rostro adusto, mirada penetrante y piel cetrina. Es atractivo y más bien discreto. Tiene una novia con la que lleva más de dos años y tiene planeado casarse con ella. Después de lo sucedido me pidió disculpas. Nunca lo había visto tan apenado. Le dije que no se preocupara, nadie se iba enterar.

Esta experiencia me despertó un extraño sentido de solidaridad con los amigos. Ahora escucho sus historias personales con más atención, sin jactarme de mis conquistas y logros. No temo expresarles cariño ni mostrar mis sentimientos. Soy menos arrogante y conciente de la fragilidad de nuestros actos.

No hace mucho comencé a salir con una colega de trabajo. Me dijo que si había algo que le gustaba de mi, era mi buen temperamento.

-Aprendí de la vida –le dije.


Santa Cruz, 25 de Marzo.

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Piernas Trenzadas

20:16 by Pike

El encargado toco la puerta del cuarto tres veces indicando que se había cumplido la hora. Maryté comenzó a vestirse, su perfume cítrico había vencido al tenue aroma del ambientador y ahora colmaba la pequeña habitación del residencial. El lugar era estrecho, el mobiliario parecía de utilería, justo lo necesario para un rato desechable, como si solo se viniera a ensayar encuentros, peleas o escenas de amor. Mi teléfono celular sonó de nuevo, tenia una computadora portátil para vender y un cliente en el comercial Chiriguano me esperaba, lo coloque en modo vibrador. El encuentro había sido fortuito, hacia ocho años que no veía a Maryté, desde la universidad justamente, cuando éramos compañeros y fuimos cortejos por un tiempo. Caminando un día por la calle me la encuentro a la salida de un café de estos del centro de la ciudad. Nos saludamos afectuosamente y quedamos en vernos de nuevo.


Maryté estaba radiante, la piel tersa, el cuerpo esculpido en un gimnasio, había adquirido el talante de una mujer madura y culta. El tiempo había hecho su trabajo. La desgracia fue que nos encontramos en momentos antagónicos de nuestras vidas. Yo estaba sumido en deudas, sin trabajo fijo, tramitando mí divorcio, con mi hijo de un año enfermo y su madre a punto de encarcelarme. Ni siquiera pude pagar un motel sino que acabamos metiéndonos casi a empujones, en un cuarto de dos por dos cerca de un mercado. Ahora que lo pienso, hubiera sido más digno un ascensor, oprimía el botón del piso diez y nos daba para un rato de pasión. Mas bien la personalidad respingada de Maryté acepto con humor la aventura. Para compensar, la bese con fruición, empecé desde el taco de su zapato.

Maryté se subía los pantalones, abotonaba su blusa, con la cadencia de una bailarina. Prendí un cigarro, me acerque a la ventana para expulsar el humo, en el reflejo observe mis cabellos desordenados y me pregunte en que momento había arruinado mi vida. No merecía estar con ella. Me perseguirían por un buen tiempo sus mordiscos, sus uñas clavadas en mi espalda, sus piernas trenzadas alrededor de mi cintura. Quizás era tarde para enamorarme de nuevo. No conversamos mucho, en cambio nuestros cuerpos platicaron sin vergüenza, se dijeron de todo.

Sentí el vibrador del celular en el bolsillo. Respondí la llamada con rapidez, indique que ya estaba de ida. Era muy probable que la portátil que tenia para vender fuese robada, pero necesitaba el dinero. Un amigo me la había dado para que la ofreciese con la promesa de una buena comisión. Maryté noto la preocupación en mi rostro. Esquive sus preguntas, no tenia por que estropear la cita con mis preocupaciones. Pague y salimos a la calle, el mundanal ruido de la céntrica avenida nos devolvió a la realidad. Eran poco menos de las tres de la tarde, Maryté se coloco unas gafas oscuras, pero antes me miro a los ojos y me dio un beso en la mejilla. La acompañe a tomar taxi, luego camine varias cuadras más y subí a un micro.

Santa Cruz, 20 de Marzo.

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El Dia del Padre Apesta

11:59 by Pike

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Ser padre de familia apesta. Padre es el que pone los huevos, se revuelca con la aspirante a madre y si todo sale bien, se condena de por vida a proveer el sustento familiar. Ser padre significa, en teoría, creer a pie juntillas en el concepto “familia”, ser el portavoz oficial de la institución, ser un militante feroz de los valores morales. Nada para lo que la abyecta madre naturaleza nos preparo. Suficiente miseria es la de aceptar que nuestras noches mas vigorosas y fecundas la pasaremos con la misma mujer. Suficiente cojudez es las de ver crecer a tu hija adolescente y saber que sale con un cretino que cualquier rato te la devolverá preñada. Ser padre es volverse el ogro aburrido y mediocre que tiene que defecar dinero por montones cuando se lo piden.



Conforme los años pasan te crece la panza, se te cae el cabello y esperan que luzcas como un modelo de pasarela. La rutina te vuelve un ser insípido, gruñón y nauseabundo, proclive a un derrame cerebral. Claro, tarde o temprano te ponen los cuernos y con ello pasas al equipo de los verdaderos padres: aquellos que sufren en silencio su disfunción eréctil. Para tratar el problema asistís a una terapia en grupo, donde te encuentras, para tu consuelo, con un ejercito de perdedores igual que tu. Lo único que te hace escapar del rebaño, es saber que al final de la terapia, te espera una cita con un proctólogo. No vuelves, pues sabes que la estrechez de tu esfínter pagara por muchos días de amargura.


Ser el héroe de la familia no tiene nada de gracia. Apenas se puede con el trabajo diario, un pequeño cubículo donde llenas formularios a mano, desde el cual tenes que aguantar la verborrea de tu jefe todo el día. Llegas cansado a casa y ni el perro te saluda. Con el tiempo preferís quedarte en el trabajo, haciendo hora para irte de farra con los colegas.

Te esforzas dando los mejores ejemplos posibles: no eructas en la mesa, no alzas la voz, colaboras en los quehaceres de la casa y los hijos te salen fumadores, borrachos, llenos de piercings y tatuajes. Te preguntan porque no triunfaste en la vida y si alguna vez pensaste en rehacer tu vida con otra mujer. Simplemente te quedas callado, admitiendo interiormente lo sabroso que hubiera sido escaparte con la gordita montaraz que te atiende en la gasolinera.

Cuando intentas reafirmar algo de tu juventud perdida, comprándote una moto o vistiendo a la moda, te tildan de degenerado. Entonces alguien me podría explicar ¿qué carajo se puede celebrar? Si detrás de cada padre hay un hombre castrado, disminuido por completo en su masculinidad. Por eso he decidido celebrar protestando, vestido de mujer, travestido, a ver si se atreven a invitarme a cenar.


Santa Cruz, 17 de Marzo

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Elogio a las Caderas

10:08 by Pike

Comentario


Me encantan las caderas de las mujeres. Justamente ahí, donde la bella curva de la cintura acaba, se forma, se erige este peñasco glorioso que son las caderas. Si existe el consentimiento, son el apoyo perfecto para tomar a una mujer, acercarla a uno, se pasa el brazo por la espalda y se deja dos o tres dedos apoyados en este promontorio, de ahí en adelante uno sabe que esa mano reposa en el mejor lugar que pueda existir. Cuando uno ve caminar a una mujer, se sabe muy bien por el movimiento de sus caderas quien es ella. Es entendido que las caderas tienen su propio vocabulario, las hay las cinceladas, las abultadas, las raquíticas, las infladas, y vociferan “soy buena en la cama”, “me cago en las dietas”, “¿te gusta mi trasero?”, “se mira pero no se toca”. Las caderas no musitan ni murmuran, gritan su existencia, son exhibicionistas por naturaleza, se abren paso como aletas que barren con cualquier indicio de timidez. No hay cinturón por muy grueso o ajustado, que cinche su presencia.

Cuando hacemos el amor, las caderas de la mujer actúan como un recipiente del placer, los embates de la pelvis machacadora del hombre, son amortiguados, absorbidos, palmo a palmo, por estos enormes paréntesis que retienen las carnes más gruesas. En la posición del perrito, ni hablar, uno recién puede hablar de placer cuando toma las caderas. El gusto no esta en que el pene entre y salga de la vagina, para nada, sino en estas divinas apoyaderas. A mi pareja, simplemente la tomo por las caderas y me quedo ahí, extasiado, uno siente que son los manubrios de la vida.

Hace tiempo me aburrí de las tetas, desde que gran parte de ellas se volvieron artificiales gracias a la inmunda silicona, para mi perdieron su magia. El culo por otro lado, ha sido muy vilipendiado, cualquier idiota contempla un trasero y se le cae la baba, es el pan erótico de los pobres de mente. Admirar caderas requiere una visión artística, arquitectonica, hay que irse por las formas y no el contenido. Están ahí, con certeza, pero uno no sabe exactamente donde. Solo con la experiencia, la constante practica, se puede desprender este bello volumen del resto.

Es obvio que Shakira debe su fama, no a su voz ni encanto juvenil, sino a que ha logrado hacer cantar a sus caderas. Practica el arte de la ventriloquia con ellas. Hay que recordar que en su estado más puro las caderas son capaces de hacer cimbrar el cuerpo de una mujer hasta que este entra en resonancia con la naturaleza tribal del hombre. Por eso cuando contemplamos una danza, donde hay un acentuado movimiento de caderas se nos sale lo cavernicola, retrocedemos abruptamente millones de años de candorosa evolución.


Y no olvidar; las caderas tienen un valor intrínseco muchas veces pasado por alto, y es que son las compuertas que abrazan un nuevo ser cuando llega y se ensanchan en señal de que el inquilino esta creciendo. Que haríamos sin ellas, nada.



Santa Cruz, 15 de Marzo

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La Titular y la Otra

13:35 by Pike

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Si me pongo a pensar, en realidad tengo dos mujeres en mi vida: la Titular y la Otra. La Titular es la madre de mis hijos, mi compañera y consejera. Con ella planeo los quehaceres de la casa, cuento con su ágil mente para mantener nuestro hogar en orden y funcional. La Titular me ha sacado de más de un apuro, sus pertinentes consejos y mirada acuciosa, me han ayudado a escalar en mi carrera profesional y a poder lidiar con los defectos de mi carácter. La Titular es una mujer práctica, no se pone celosa de cualquier cosa y es incapaz de armarme una escenita, así este de muy mal humor. Jamás me grita. Sabe cual es su lugar y escoge muy bien los momentos para que podamos discutir nuestras desavenencias. Lo que más admiro en ella, es la capacidad que tiene de poder batallar con su trabajo, los niños y yo. Por supuesto colaboro en todo lo necesario, pero la Titular a lo largo de los años, ha desarrollado la capacidad de armonizar adecuadamente los diferentes espacios que compartimos. Debe ser por eso que siempre encuentro una mesa bien servida, la camisa con la que asisto a las juntas perfectamente planchada y a nuestros hijos, limpios y recién vestidos. Esta constante dedicación ha tenido un precio, muchas veces la noto agotada y ni ganas hay para nuestros arrumacos.



Es cuado busco a la Otra. La Otra es mi amante furtiva. Tan solo mencionarla y la piel se me eriza. La Otra es una sombra que se desliza por una esquina. La Otra prende fuego al más gélido cubo de hielo. Con ella me tomo unas cervezas, conversamos sin tapujos y casi siempre acabamos devorándonos. Nada la aflige y se mofa de todo. Se regala entera para mí, no hay resquicio alguno en su cuerpo que mis besos no hayan palpado. Me llama a la oficina para hablarme suciedades, me envía correos con fotos suyas en poses extravagantes, es así de bellaca. Es una flor cuyos pétalos siempre están abiertos para mí. Nunca se cuando la volveré a ver, ni siquiera si la volveré a ver, así pues en nuestras citas nos atropellamos a besos, nos arrancamos la ropa, nos volvemos insaciables. Llevo bastante tiempo saliendo con la Otra, y siempre me pregunto como es que hace para mantenerme en vilo, en constante deseo de verla.

Pero la felicidad de mi vida es que la Titular y la Otra son la misma persona, calzan la misma piel. Mientras una trabaja conmigo, codo a codo, elaborando presupuestos, haciendo interminables listas de compras, la otra esta latente, ahí mismo, insinuándose todo el tiempo. Las confundo muchas veces y un beso que es un cariño, se convierte por descuido en provocación. A veces un simple roce en la cocina es suficiente para desencadenar una avalancha de besuqueos y agarrones. Ambas son impertinentes, una se mimetiza en la otra para confundirme. Se pisotean los roles, así que cuando empiezo a discutir con la dueña del hogar, la otra asoma a ver hasta donde llega mi paciencia. Mas de una vez la he tomado por el brazo molesta y aburrida y sin detenerme ante sus empujones enciendo su lado volátil. No pasa mucho tiempo, cuando ya estamos cruzando la indiscreción, desabrochando deseos, se suelta el cabello y no fue mas, me vuelvo loco.

Santa Cruz, 14 de Marzo

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Beso Mínimo

12:43 by Pike

Salir a comprar mas bebida fue la excusa que buscaba para estar con Perlita. La reunión en el cuarto se estaba tornando densa, cada uno estaba más o menos en pareja. Se escuchaban risotadas, murmuraciones y el chapaleo de besos. Habíamos pasado más de cuatro horas bebiendo, una montaña de latas de cerveza apeñuscadas en un rincón de la habitación era la prueba. Al otro día había clases en la universidad pero a nadie le importaba. Leonardo insistia con la radio, era a todo buscar música brasilera. Me tocaba poner mi cuota de trago así que le pedí a Perlita me acompañe. Salimos del condominio y nos dirigimos al auto. Anochecía, el cielo estaba cenizo, una ventisca sacudía la copa de los árboles. Caminando por la acera me di cuenta que después de mucho tiempo me sentía bien con alguien. Todo se movía con más lentitud. Perlita me abrazo por la cintura y sentí su cabello rozarme la mejilla, la bese en la cabeza. Oficialmente solo éramos amigos pero entre cigarro y cervezas una chispa de curiosidad salto entre nosotros.


Nos fuimos a buscar licorería. Como estaba borracho mis reflejos al volante no estaban en su mejor momento. En mas de una esquina maniobre con brusquedad, y lo tomamos a chiste, pero llegando a la rotonda de la Brasil frene en seco para no darle a la vagoneta de un desgraciado taxista y Perlita se dio contra el portaguantes. Cuando levanto la cabeza estaba llorando. El golpe había sido contundente. Lentamente la apoye sobre mi hombro y la abrace tanto como pude. Tenía mi mano hundida en su cabellera rascando con suavidad su cráneo y escuchaba su llantito, fue extraño por que sentía que era ella la que me consolaba. Se encaramo en mi asiento y se fue calmando. Al frente un hombre harapiento cruzaba la avenida cargando una enorme bolsa con botellas de plástico. Después de un instante sabia que no lloraba por el golpe. Perlita se aparto un poco, me miro a los ojos y me beso. Fue un beso mínimo, casi un simple roce. Me quede contemplando el rimel chorreado bordeando sus enormes ojos negros. Parecía una chica gótica.


Llegamos al cuarto tomados de la mano. Había dos parejas desparramadas en el suelo tocándose tanto como podían. Nos acomodamos cerca de un sofá. Serví dos vasos de ron con soda. Perlita cerca mió comenzó a frotar mi pecho. Nos besamos, continué el beso por el cuello hasta el hombro. Tome el vaso de trago y lo termine, me volví a servir dos veces mas haciendo lo mismo. Quede yema. Se me apareció el hombre harapiento, arrojándome con rabia sus botellas de plástico. Vi su sonrisa de dientes partidos burlarse se de mi. No aguante, me levante y me dirigí al baño. Tropecé con almohadones, latas, CD’s, cajetillas, condones. Abrí el grifo del lavamanos y humedecí mi rostro. Note que Perlita estaba a mi lado. Me pregunto si me encontraba bien. Moví la cabeza de lado a lado, pues no lograba articular una palabra. Cerro la puerta se bajo el pantalón, el calzón y se sentó en la tasa. Escuche lo que orinaba. De pie frente a ella, Perlita me bajo los pantalones hasta el muslo, estaba por bajarme el bóxer y la detuve. Ella insistió, y se encontró con mi pene flácido, apeñuscado, colgando inerme, como si fuera un llaverito. Lo contemplo con lastima. Yo no pretendía nada en ese momento, sino su compañía. Quizás tomarla de la mano y correr por una pradera. Perlita no lo entendió así. ¿Como explicarle la mezcla de sentimientos que me embargaba? Estaba a punto de llorar, pero me reprimí, no quería seguir haciendo el ridículo.

Amanecí al otro día acostado al lado de la tasa del baño. Me despertó la señora de la limpieza.

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La Teñida

12:38 by Pike

Emir comenzó a cepillarse los dientes sin darse cuenta que Daniela, en la habitación de al lado, se estaba vistiendo. Luego de pasar la tarde retozando cariñosamente en la cama, decidieron comer. Habían exprimido sus fluidos corporales y el hambre gano rápidamente terreno. Pidieron pollo, Daniela lo deseaba y conocía un servicio que lo dejaba en la puerta de tu casa en menos de media hora. Emir enjuago su boca con esmero, quería un aliento fresco, capaz de besar con seguridad. Daniela se tomo el cabello todo junto y se lo hecho para atrás sujetándolo con una liga. Poseía una pulcra melena de largos mechones negros. Tenía veintitrés años pero se sentía como una de treinta según ella por un look con el que ya no se identificaba. Era una chica más bien interesante, capaz de conversar con mucha fluidez de cualquier tema, pero ese rato estaba como ausente. Raro por que no hacia ni treinta minutos que había celebrado con numeroso grititos un orgasmo que califico como “el mejor del mes”.


Emir sale del baño y observa no con poco asombro que Daniela esta vestida por completo sentada en el sofá mirándose en un espejo de mano. Contaba con ver una película, conversar sobre la política del país, esperar que los bríos sexuales retornaran, pero no vestirse y disparar y mas que todo no vestirse; adoraba verla pasear en ropa interior por la alcoba.

-Voy a teñirme de rubio el cabello –dijo Daniela con aplomo. Y se paso la mano sobre la cabeza con cierta displicencia.

Emir cerró los ojos por un instante y continuo moviendo el cepillo dentro de su boca con una lentitud que más bien parecía que lo estuviera masticando. Si hay algo que Emir adoraba en Daniela era el negro natural de su cabello, representaba la diferencia entre ella y el resto de las mujeres (y si que conocía mujeres el joven empresario a cargo de una exitosa empresa constructora) que en base a potentes químicos sometían sus frágiles melenas a colores absurdos.


Pero Daniela lo tenia decidió. Le habían dicho en numerosas ocasiones, que necesitaba una nueva imagen, mas a tono con su carácter desenfadado. Se coloco sus audífonos, prendió el diminuto reproductor de música que colgaba de su pantalón y comenzó a moverse con gracia alrededor de la alcoba. Sonó el teléfono, sonó el timbre, una ventana se abrió de golpe por un sacudon del viento pero nadie se inmuto. Emir estaba con la mandíbula descolgada, miro hacia arriba, abajo, a los lados, hasta que se encontró con los ojos incisivos de Daniela, y no atino a buscar una respuesta allí a la pregunta que le oprimía el pecho: ¿Por qué? mas bien, retrocedió lentamente, retomo el cepillado y cerro la puerta del baño tras de si.

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La Despedida

12:36 by Pike

El radio-móvil llego con un retraso de casi media hora. Soraya y Marlene lo esperaban en la acera. Después de más de diez años de no verse, estas compañeras, que se encontraron en una fiesta de promociones de colegio decidieron juntarse a conversar. Marlene vivía sola en el quinto piso de un edificio de apartamentos en un barrio que se podía decir residencial, cerca de la casa de sus padres, y de lo que fue alguna vez el colegio de ambas. En cambio Soraya que estaba de visita, tuvo la oportunidad de especializarse afuera y cuando regreso al país cambio de residencia muchas veces de acuerdo a las necesidades del trabajo. Últimamente alquilaba un apartamento de dos ambientes cerca del centro de la ciudad. Ambas eran autosuficientes y amaban ardientemente su independencia.

Esa tarde el cielo estaba plomizo, el viento formaba remolinos con las hojas secas del gigante parque que había frente al edificio de Marlene. Solo una pareja de ancianos circulaban animosamente en el lugar, observaban curiosos las diferentes plantas y se detenían a contemplar el tamaño de los árboles. Se escuchaba el chasquido de las ramas frondosas golpeando entre si. Estaba anunciado que iba llover. Soraya miro las enormes nubes gordas a punto de desaguar, miro a su alrededor y se sintió envuelta en un mar de recuerdos. Muchas imágenes de la adolescencia atravesaron su mente. El par de amigas había conversado bastante, cada detalle de sus vidas fue revisado minuciosamente. Los postes de luz comenzaron a prenderse tímidamente.

Daniela platico del barrio. Aun había sectores despoblados con el monte crecido pero el mismo había cambiado considerablemente, las antiguas calles de tierra con canales de agua sucia habían dado paso al cemento. Las casas rusticas se convirtieron en hermosas viviendas de dos pisos con barda, patio y jardín. El antiguo colegio creció en número de estudiantes y ahora gozaba de un coliseo, biblioteca y modernas aulas con pizarra de acrílico y aire acondicionado. Todo en menos de una generación.

El radio-móvil se estaciono al ras de la vereda y el chofer estirando el brazo desde su asiento abrió la puerta trasera. Soraya se dio cuenta de que no quería irse, no soportaría fácilmente el viaje a casa invadida de nostalgia, abrazo a Daniela con fuerza y no contuvo la emoción. Algunas gotas de agua comenzaron a caer, el atardecer repentinamente se había oscurecido proveyendo una inesperada intimidad. Daniela, a sus treinta y tres años opto por ceder. Le susurro algunas palabras al oído a Soraya y de pronto esta sintió que un escalofrió le recorría el cuerpo. Daniela percibió cierto nerviosismo y tomándole la mano la mantuvo cerca de si, sus mejillas se rozaron levemente. Comenzó a llover a cantaros pero ninguna se movió. La tenue luz y el agua copiosa hacia borrosa la figura de ambas a lo largo de la cuadra.

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Esporas de algodón

12:28 by Pike

Debora con sus veinte años recién cumplidos entro en el sombrío cuarto conciente de que no podía dar marcha atrás. Finalmente, aquella noche, se encontraría con su amante. Pero desde el vano de la puerta se dio cuenta que nada era como lo había previsto, así que se sentó en la orilla de la cama con cierto desanimo. Observo la precaria habitación, el piso desportillado, la ventana cubierta con papel periódico, las paredes con gigantes manchas de humedad, y se prometió paciencia. Muy pronto tendría que emigrar a España por trabajo y quizás era la última oportunidad de estar a solas con Carmelo. El foco mugriento que iluminaba el cuarto por ratos pestañeaba provocando sobresaltos en el animo ya agitado de Debora. Desconocía el barrio, así que solo atino a tomar el celular que recibió como obsequio y realizo varias llamadas.

Una hora después llego Carmelo, insulso de borracho y sin la camisa puesta. Entro zigzagueando y se arrojo en la cama exhausto después de balbucear un montón de incoherencias. Debora quedo perpleja al verlo, pues si se había imaginado lo peor, la situación la rebasaba. Molesta intento despertarlo pero los sacudones no lograron reanimarlo.

Decidida a no dejarse vencer por el imprevisto, Debora se limpio las lagrimas, se abrió la blusa, tomo la mano de Carmelo y la sujeto sobre uno de sus senos. Primero lo hizo ligeramente, dibujando círculos alrededor de su pezón, luego más desinhibida paseo la mano sobre su cuello y rostro, segura de que ello la estimulaba. Envalentonada, se bajo los jeans, y comenzó a frotar la mano desvanecida de Carmelo sobre su pelvis. No se detuvo ahí, lentamente, tomando con firmeza los gruesos dedos de él llego a su entrepierna húmeda y sintió que la virginididad eran esporas de algodón que el viento sacudía en su vientre.

Afuera se escuchaba el largo aullido de un perro encadenado a otro más distante. Debora paso por alto su nerviosismo, el chirriar del catre, las arañas merodeando sobre las paredes y beso a Carmelo en el pecho, hombros y labios. Recorrió su cuerpo terso ceremoniosamente como quien se despide de algo sagrado. Una voz en su interior le decía que no lo volvería a ver. Tomo su cartera y saco un pañuelo de papel. Quizás con el tiempo se atrevería a pensar que la vida contenía pocos momentos tan intensos.


Carmelo despertó a medianoche en busca de agua, y recién supo que estaba solo.

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