Un Viernes no tan Santo

19:48 by Pike

Carolina toco mi timbre a eso de las nueve de la mañana, previo envió de mensaje de texto, y tras que abrí la puerta y vi su sonrisa fruncida me acorde que no tenia mucho efectivo. Lucia desvelada, los ojos rojos, su corto cabello ceñido por el gel en algo acomodaba su rostro abotagado. Vestía una falda corta kaky y camiseta, una carterita de cuero cubierta de tachas colgaba de su brazo, una pinta bastante casual. Como era Viernes Santo y regia un feriado nacional decidí aprovecharlo para limpiar mi apartamento. Nos saludamos con besos en la mejilla sin decirnos nada, Carolina entro casi arrastrando los pies, miro a su alrededor como reconociendo el lugar y se sentó en el sofá. Le ofrecí un té de manzana, me miro a los ojos y asintió. Puse la caldera en la hornilla, me senté a su lado luego se hecho en mi falda y comencé a ensortijarle el cabello. Entonces me contó que había terminado con Josué, la pelea había surgido a raíz de que Josué se fue a Buena Vista con amigos de su comparsa dejándola plantada en la ciudad. Discutimos un buen rato de los por menores de la relación. Una vez mas le di la razón en todo ¿Acaso no es mi costumbre escuchar sus trágicas pataletas?


Tome un montón de ropa, salí a mi pequeño patio, y la metí en la maquina de lavar. Desde la cocina Carolina me preguntaba a gritos por el azúcar. Estaba irritante, mas que en la ultima visita, hoy era Josué, pero antes fue Marco, Diego, Carlos, Eduardo y antes cualquier vividor que la tomaba por un rato y ya. Agregue el poco detergente que me quedaba y deje funcionando la maquina. Entre con escoba y basurero y comencé a barrer el cuarto, Carolina sorbía de la tasa de té.

-Mierda –me dijo- cuando vuelva Josué te juro que si me busca voy a estar bien lejos. No le aguanto una mas de sus pendejadas. Prefiero hacerme la loca y revolcarme con cualquiera, pero este no me toca un pelo más.

-Esta bien –le dije.

Y la mire de reojo de pies a cabeza, la verdad tenia algo de celulitis y la pansita abultada de quien disfruta churrascos y chicha de maní, pero estaba maciza, llena de vida pese a sus innumerables quilombos sentimentales.

-No son celos lo que siento –dijo pensativa- así que esta vez con la cabeza fría se que puedo apartarme sin llegar a extremos.

Sonaba determinada, envalentonada pero Carolina es así. Sobrevalora las relaciones, las idealiza, no ha superado el mito de la Cenicienta: para ella, hasta que se demuestre lo contrario, todos son príncipes azules castos e impolutos. Carolina entro al baño de tres zancadas y desde ahí seguía renegando, hasta que escuche sollozos. Me preocupe y toque la puerta, salio y me abrazo por el cuello.

-Te juro que no lo vuelvo a hacer –musito. Apoye la escoba en la pared y la tome con ambos brazos.

Le propuse hacer Cinecama. Así que nos fuimos al mercado Mutualista, compramos una película de suspenso, helado y nachos. Nos despejamos un poco en el paseo, el mercado no estaba atestado como es habitual así que pudimos escoger lo que necesitábamos sin atropellarnos con la gente en los pasillos. A la vuelta Carolina me ayudo a terminar de sacar la basura, vaciamos los basureros del baño, mi escritorio y la cocina. Termine tendiendo la ropa y Carolina lavando el servicio. Después nos echamos en la cama algo hiperventilados por los quehaceres, puse la película que no estaba mala pero a la media hora apartamos las bandejas de comida y nos dormimos extenuados.

Seria como el medio día cuando unas voces y gritos como rayando un vidrio con una moneda que venían de la televisión, me despertaron. Me había dormido profundo, así que la modorra era grande… pero más grande era el bulto que tenía crecido entre las piernas y que parecía en cualquier momento iba romper la tela de mi bermuda como un alien lujurioso. Observe que Carolina estaba recostada de espalda con las piernas recogidas y el rostro de un lado, un hilo de saliva le caía por la orilla de sus labios, me acerque y lo lamí, recogí ese chorrito cristalino y lo deposite como un beso ligoso sobre su boquita entreabierta. Me acerque a su cuerpo intentando no despertarla. Le acariciaba la mejilla y pensaba que siempre que terminaba con alguien, la muy desgraciada llegaba y me alborotaba la pija, el corazón, las entrañas. ¿Cuántas veces no le ofrecí una relación estable, respeto y compromiso? No muy lejos estaban los días en que la acompañaba de boliche en boliche esperando caiga en cuenta de mi fidelidad y entrega pero Carolina siempre prefirió los chicos malos, los tipos agrestes, frívolos, que la manipularan a su antojo. Es entreguista, le gusta mimetizarse entre gente superficial, fanática del flash, de posar con sonrisas fingidas para las innumerables revistas de sociales. Pero acostada, durmiendo casi en posición fetal develaba su inmensa fragilidad.

Carolina percibió que estaba cerca de ella, dio varias vueltas como acomodándose, y quedo con la falda levantada. Mis retinas se dilataron por completo: recorrí sus piernas, al final una tanguita transparente bastante escotada formando un paño triangular, yacía mansamente sobre su pubis apenas depilado. Me acerque con cuidado al promontorio y ello supuraba un tenue olor mezcla de goma y jabón, que dulzura pensé. Nervioso, pues me parecía que Carolina se estaba haciendo la dormida, me levante bruscamente de la cama, apague la televisión y me hice el que buscaba mis sandalias, siendo que las tenía puestas.

Al rato Carolina se desperezo, me pregunto la hora y comenzó a quejarse de la comida, el helado muy cremoso, los nachos muy salados. A la mierda dije, ahora de seguro me sale con una famosa dieta que debe seguir y que por mi culpa pisoteo sin remordimientos. Estaba aburrido por la siesta inconclusa. Metí algo en mi bolsillo y salimos a la calle en dirección nuevamente del mercado, mi excusa era que debía comprar una bolsa de detergente. Después Carolina empezó el ritual de siempre, alguna necesidad la apremiaba y requería un prestamo de dinero urgente.

-Tengo que inscribirme a la universidad –me comento.

Nos acercamos a un cajero automático, ingrese la tarjeta de debito y saque cincuenta dólares. ¿La anterior vez habían sido cuarenta? No importaba, solo quería verla tranquila. Carolina metió el billete en su cartera, sonrió y me dijo:

-Sos un ángel!!


Santa Cruz, 14 de Abril.

3 Comentarios, insultos, amenazas

3 comentarios:

Anónimo dijo... @ 15 de abril de 2009, 8:19

Pobre -ángel- cojudo.

Albanella dijo... @ 15 de abril de 2009, 19:40

Ni insulto ni amenaza.. reservo tus historias para cuando el tiempo disponga que puedo leerlas.. eso si, te estare visitando.

Saludos!!

Anónimo dijo... @ 30 de mayo de 2009, 23:07

me dio rabia tu historia, de verdad hay mujeres que quien las entiende uufff espero que cuando vaya a tu casa tu si me hagas el amor ;)

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